miércoles, 4 de marzo de 2009

La nutrición en la infancia esta relacionada con la función intelectual en la vida adulta

Autora: Susan Jeffrey
El seguimiento a largo plazo de hombres y mujeres de Guatemala que de niños participaron en un ensayo sobre los efectos de los suplementos nutricionales sugiere que la mejora de la nutrición en la infancia se asocia con una mejora de la función intelectual en la vida adulta, incluso después de efectuar un control para los efectos de la escolarización.
Los autores del ensayo, encabezados por Aryeh D. Stein, PhD, del Hubert Department of Global Health, Rollins School of Public Health de la Emory University, de Atlanta, concluyen, “los datos de este ensayo, que sugieren un efecto de la exposición a una intervención para mejorar la nutrición en los primeros años de la vida, que es independiente de cualquier efecto de la escolarización, proporcionan pruebas adicionales que respaldan las estrategias intervencionistas que relacionan las inversiones precoces en niños con las inversiones continuadas en la nutrición en los primeros años de la vida y en la escolarización”.
Sus hallazgos se han publicado en el número de julio de Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine.
Tanto la nutrición como la escolarización son clave

La escolarización es un componente clave para el desarrollo de la capacidad de leer y escribir, comprensión de la lectura, funcionamiento cognitivo y “por lo tanto, del capital humano”, escriben los autores. Por otra parte, los estudios publicados sugieren que, en la primera infancia, un estado de desnutrición se asocia con una falta de rendimiento en las pruebas cognitivas más tarde en la infancia o en la edad adulta. “Por esta razón, es probable que tanto la nutrición como el enriquecimiento intelectual en la primera infancia sean importantes determinantes del funcionamiento intelectual en la vida adulta”.
Entre 1969 y 1977, el Institute of Nutrition of Central America and Panama (INCAP) emprendió un estudio sobre el crecimiento y desarrollo de niños que vivían en cuatro pueblos de Guatemala. Los pueblos se asignaron aleatoriamente a recibir suplementos para los niños que consistían en atole, un alimento de alto valor biológico que contiene incaparina (una proteína vegetal), preparado con leche desnatada en polvo y azúcar, que suministraba 900 kcal/l o fresco, un zumo que suministraba 330 kcal/l, procedentes de hidratos de carbono. El ensayo demostró que la exposición al atole se asoció con una mejora de las tasas de crecimiento y una disminución de la prevalencia de detención del crecimiento y desnutrición a los 3 años de edad.
Desde entonces, se ha efectuado un seguimiento prospectivo de esta cohorte. Para este análisis, los investigadores pudieron obtener información suficiente de 1.448 (68,4%) de 2.118 individuos del grupo de estudio original de 2.392, que, durante dicho período, no habían fallecido. Compararon el funcionamiento intelectual de los expuestos al atole entre el nacimiento y los 24 meses de edad con el de individuos expuestos a fresco o expuestos al suplemente nutricional a otras edades.
Las principales variables de interés fueron las puntuaciones obtenidas en los exámenes de la Serie Interamericana de comprensión de la lectura y en las Raven Progressive Matrices, administrados entre el 1 de mayo de 2002 y el 30 de abril de 2004, cuando los individuos supervivientes tenían una media de 32 años de edad. Mediante una entrevista se establecieron los años de escolarización.
Los autores describen que en los modelos que controlaron los años de escolarización y otras variables pronósticas del funcionamiento intelectual, la exposición al atole entre el nacimiento y los 24 de edad se asoció con un aumento de 3,46 puntos (IC del 95% 0,53-8,18) en la Serie Interamericana y de 1,74 puntos (IC del 95%, 0,53-2,95) en las Raven Progressive Matrices.
Los autores destacaron que no se observó una interacción estadísticamente significativa entre la exposición al atole desde el nacimiento hasta los 24 meses de edad y los años de escolarización para ninguna de estas variables.
Los autores concluyen que “la nutrición en los primeros años de vida se asocia con marcadores del desarrollo infantil en esta población, y la exposición al atole durante la mayor parte de los 3 primeros años de vida se asoció con un aumento de 0,4 años en los logros de escolarización, siendo más potente la asociación entre las mujeres (1,2 años de escolarización). Por consiguiente, la escolarización podría ser la vía causal entre la nutrición en la primera infancia y el funcionamiento intelectual en el adulto.
Según el Dr. Stin a Medscape Neurology & Neurosurgery, aunque no estaba disponible comercialmente, el suplemento nutricional usado en este estudio formaba parte de alimentos ampliamente disponibles (leche desnatada en polvo, incaparina y azúcar). La incaparina, un alimento complementario para lactantes a base de harina de maíz, es de uso difundido en Guatemala. Por consiguiente, los hallazgos de este estudio pueden aplicarse en otros contextos de desnutrición crónica”.
Según refirió el investigador, el equipo del estudio está prosiguiendo sus investigaciones sobre las consecuencias a largo plazo de la mejora de la nutrición infantil.

El estudio se financió con becas de los National Institutes of Health (NIH) y la National Science Foundation. El NIH, la Thrasher Fund, y la Nestle Foundation han financiado la investigación del INCAP Longitudinal Study desde su inicio, según se menciona en el artículo. Los autores no han declarado conflictos de interés.
fuente: http://www.medcenter.com/ Publicado en 11/07/2008

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